martes, 19 de diciembre de 2006

Comunión tardía...



Vamos hoy a comulgar
desnudo y largo,
de rodillas hasta el mar que brota
en lava,

a bañar del puño la herradura,
del suelo al hijo, del dolor
su aguijón de agua.


He de andar, porque hoy aquí,
todo me agobia,
me taladra, me bautiza,
me cuestiona…



Vamos hoy a comulgar, la vacua cama,
la llaga al alma,
los espacios sustanciales.


Vamos, vamos, que hoy aquí,
todo me acosa…


No hay estrellas que perdonen
mis derrotas,
no hay santuarios que revivan
soledades.


Y aquí,
la puerta abajo/la ventana/una mirada,
un rumor claro me acorrala/me desmaya.


(...)


Shhhh…


Alguien me observa, alguien,
y en su boca...
mi reflejo en sus dedales
es vagazo,
y de mi llanto entre su ceja
veo sangre.


Aquí, bajo la puerta…

shhhh...

bajo la puerta…


solo sombras me reciben
disgregantes,
espejos vítreos de caminos anulados,
de frutos ebrios sobre ruedas
temporales…

o tras las ramas que el sol muerto
alumbra poco,
en esta noche que me cruza
de tan alta.


¡
Silencio! ¡Ay!
¡Que el viento calle!


Alguien me observa…
alguien me incrusta desde el ojo impenetrable,
sobre el contorno biselado de una forma,
que se dispersa roja/interna
del pasado.


(...)


Y aquí, hoy aquí, todo me rompe...

y es extraño,
tan extraño el reír de antes;
y es extraño,
tan extraño el hoy de ahora…

que yo me marcho a comulgar si me derramo,
a sufrir clavos o navíos disfrazados,
a hincar demonios al averno marginado,
o sembrar ángeles al pie
de un cristo amargo…

bajo la nube zoomorfa/gata en celo,
que brama y brama por los hijos
que le sobran,

o sobre el surco que converge
entre los cuerpos,
cuando del orco nos rescata
amor y carne.

miércoles, 6 de diciembre de 2006

Desde entonces




Han llovido desde entonces
largas lunas,

y han sobrado como nunca
las historias…

en la barca que fluvial recuerda un cuerpo,
su aroma oscuro
cuando ensancha la memoria.


()


Han pasado y de su voz, fluye artesana
la tregua endeble o mineral
que pacta un nombre;

el brazo aéreo de penumbras divisorias,
su letra angosta que no abarca
más derrota.


()


Y han huido desde entonces tantos ríos,
de mis pies, como alfareros
entre arcilla,
al espesor que en mi desierta
los deseos,
si nace ajeno de la sangre
a mi clamor.


()


Y aquí, sobre esta plaza de café
que aroma el sexo,
bajo las huellas de una espada
en la costilla…

la piel se niega a su fluir
como antes áurea,
desnuda copa de sudor
para otro labio,
silvestre rosa que se abría
en rebelión.


()


Y yo tan sólo sé decir
lo que antes nunca…

y es que los dedos hoy se niegan a ser aves,
de aquella savia que recogen los caminos,
cuando se rotan sobre el pecho
hasta la luna,

o sobre el mundo que abre al cielo
las caricias,
que nunca mueren si aún late
en mí el calor.

Aquí abajo...


Un golpe gira tras la mano
que no cura.

La voz pausada
se detiene/se desnuda...

y ya no canta a los mendigos la oración…

ni entrega al faro los misterios
de la hiedra

ni cubre el labio
con el labio de otro sol.


()


Solo quedan las cenizas…

se abalanzan,

sobre el mar que moja el beso en los rincones

de un recuerdo tras la ceja, fovea humeante

de los senos que derraman

un adiós.


Y se respira…

o se rechaza una mirada,

la huella inerte de una mano

sin calor.



()



Silencio….

hay que escuchar si alguien llama
tras las hojas…

y es que nadie es extraño
cuando al lado es todo ancho

y nadie es tan frío
si se inhala el miedo atroz.

Y hay que gemir
para sembrar milagros en las piernas,
y aquí en la frente algún secreto,
otro perdón.

O alguna flor que brame incauta
en las entrañas…

quizá una esfinge
que haga nido entre el sudor.



()



Shhh, silencio…

¿Escuchas?

Algo tiembla, aquí abajo
en las esquinas…

es un murmullo de cristales
olvidados,

o el eco dúctil de una cama
sin amor.

Y algo se adueña
del calor de las pisadas,

como un espasmo que fecunda
el sexo herido…

como un conjuro
que revive al corazón.

Niña de hojas


Y es que el corazón es así,
cuando uno es chico...
 
que hasta siente que en la noche
nace el alba.

Y tiene un ángel que no duerme
ni se esconde,
y tiene un hada haciendo brisa
en nuestra cama.


Y es que uno es así, pequeña,
cuando es niño…
pero algo pasa, te detienes
y no avanzas,

y en tu imagen que no rompe la dulzura…
y que rebasa
lo que el vientre ha dado forma…
tú das brincos aferrando tu inocencia,
a ésta espalda de mujer
que a veces llora.


Mas tu llanto, que es diluvio de ternura 

y en tus manos aún heridas
de distancia…
no se mancha de amargura tu sonrisa
ni se aleja del camino la esperanza...
 
Si viste al labio de cerezas juguetonas
0 el cabello de corales mariposas,
sobre el paso del violín
que distorsiona,
con las gotas que resbalan
por su arco
y dan el tono a las gaviotas de tu boca.


O en la lluvia que rocía de cristales
los espejos que no saben
de tu forma.


Pero, ahh… el tiempo pasa,
mi pequeña,
el cuerpo sobra.


Y el corazón no es ya
cómo celestes amapolas.
Y la luciérnaga silvestre que te adorna,
no alumbra más,
si el pecho es alto y no perdona.


Pero en la higuera que desprende las caricias
y en la hoja que adormece la marmota,
tú te haces de un palacio con dragones,
bajo el trono y sobre el roce de algún ala,
en la pupila siempre azul del dios de agua
o sobre el seno que respira
el viento ámbar.


Pero las notas, si el corazón duele,
son distintas…
 

Porque el reloj no para,
si el momento se reduce
y uno teme untar la mano en acuarelas
y no sabe ya
dejar la huella en el castillo
que de niños cobijaba las derrotas.


Pero tu corazón, pequeña, es galopante,
y tiene un ritmo que reluce en la mirada
y esa calma que engalana la montaña...


Que es del pez que bebe nubes
de naranja…

que es de ave, que anda, vuela
y siempre ama.

Misa negra...


No te detengas…

sólo escucha como caen las gaviotas.

Avanza el paso desvirtuando las miradas,

traspasa el viento marginal

que duerme el beso.




¿Escuchas?

Los pies ansían llegar siempre a ningún lado.

Los niños guardan su pudor entre las piernas.

El perro lame las heridas que alimenta.



Y tú, descalza…

estás desnuda/tienes hambre…

tienes rabia

y una espina que se adentra hasta la entraña.



Las calles húmedas reflejan las farolas,

los autos fríos que desgarran la decencia.



No te detengas…

amárrate el rencor a los tobillos,

o hazte un nudo corredizo que resbale.



Allá a lo lejos, se divisa,
lo presiento…


una capilla donde velan nuestros miedos…

la traición viste de blanco,
el cielo es nuevo.



Hay silencio…

escucha,

¿lo has notado?


Las ancianas se perdonan los secretos,

se persignan con claveles en los dedos,

o se trenzan esperanzas en el sexo.


Rezan misas de carbón
a la dulzura…

y un rosario de amargura
a la inocencia.



O te absuelven, mientras clavan
junto al cristo…

aquel amor que baila muerto,

…y no despierta.

Lo que escondes


Nadie sabe, Sidel, lo que escondesNo es difícil que alguien huya
a traspasarte…

no es tan fácil al igual
ver tu reflejo...


¿No te has visto, acaso
cuando andas?
¿No has notado
la nostalgia de tus dedos?


O esa angustia de mirar por las ventanas
y el suspiro que te hincha
ingrato el pecho.

Todos siguen la silueta que te augura
y sonríen porque ríes tú con ellos

Mas no saben,
que en el fondo nace trueno,
que desvía y enloquece sin remedio.

Nadie sabe, Sidel, no te engañes…


nunca han visto que los árboles

se quiebran
ni la lluvia que te esconde
en la madera.
Ni han sentido que te mueres
poco a poco
y que naces otras tantas
sin quererlo.


Y tú, que sientes anchas
las murallas y los techos,
que nunca sales del camino enrojecido

Te derramas

y no sabes donde hallarte…

te desnudas

y te adueñas de algún cuerpo.
Y quedan grandes las ideas
que te formas,
si de un paso botas todo
y vuelves luego.



Nadie sabe,

¡que tristeza! ¡Nadie sabe!…
pero tu cuerpo es largo

y tú lo sientes como nunca…

y las heridas que no sanan ni se esconden,
se intercalan con la sangre

que te brota
...de la vida que se aferra
a lo que venga.



(...
)
Calla, calla… niña,

calla... no te escondas

Alguien sabe, o lo supo algunas veces…


Mas…

¿De qué sirve?... si ahora es noche

… y estás sola.


De ser Mujer...

A veces una voz me llama desde el fondo

Y no tengo memoria

Y no tengo cuerpo

Y no tengo nombre

A veces, puedo tomar la voz
y hacerla una en mis arrugas
Y mojarme de ella entre las piernas
para tirar los muros

Y camino sobre el aire

Y me engendro fresca

Y soy de nuevo lo que nunca supe

Y así
A veces tengo tantas voces diferentes
Que me invierto y me regalo sin rencores
o me cubro las heridas con orugas

Pero el pecho, siempre es pecho
y más desnudo
Y no deja de golpearme por la culpa
de ser mujer, cuando podría...

...ser murmullo.