viernes, 27 de febrero de 2009

Génesis





I.

Pero ahí, donde tu olor anida bajo los cristales,
donde tu voz levita enmascarando el aire,
donde mis ojos juegan a expandir tu imagen
-Ahí, donde vivimos sin vivir, tan inmortales-


Ahí quiero tomarte hasta que mi sed naufrague

en barquitos de nostalgias
vueltas carne...


Porque a veces me canso

-me canso amor-
y nadie sabe,
que en la orilla de los pies me enreda un ángel
largos vientres de algodón para arrullarte,
o caparazones de bondad que lanzan hilos
que protegen tu rubor,
cuando eres sangre.


Entonces yo -mujer/serpiente-
en los jardines tisulares,

me deslizo en tus entrañas como un río;
como una lágrima de vena que palpita,
llorando roja al corazón
que se distrae.




II.
Porque ahí,
donde el incendio del reloj enciende risas,

donde la puerta del después engulle el antes,
donde la lluvia de la luz,
nos moja y cae…


-Ahí-

ahí quiero beberte hasta que mi piel se apague

en estrellitas de humedad -que alarguen besos- 
o entre niñas con maldad -que nos desnuden-
hasta el frío de sentirnos
como a nadie…

sobre el rostro del delirio que atraviese
la pequeñez de un grito que corroe sobre el aire,
el hueso pálido de dulces manantiales
hasta el génesis polar
de un cielo amable.




jueves, 26 de febrero de 2009

Naranja



I.

Háblame con un vocablo intacto de raíces,
con un sonido tempestuoso de secretos,
con una espada transversal que rompa el sexo.

Y descendamos como caen los pecados,
desde las fábulas rosadas en los libros
de una niña con vestidos de aguijones,
que rompe nubes de carbón en los espejos.

Y háblame, así, de cómo lloran las muñecas
en la arena de los parques subterráneos.
Y cómo braman las marmotas en la roca,
y cómo mueren las gaviotas del cabello.

Y déjalas caer, cuando tú quieras,
sobre esta cueva en la pared
que anuncia el fuego.



II.

¿Ves?

Cómo se ondea tu espalda sobre el hielo,
cómo se alivia tu tendón de litorales…
cuando las vértebras te flotan en clavículas
hacia el crepúsculo incendiario de una nota,
que zurce pétalos de flor entre los senos.



III.

Detén con tu silencio el verbo de los pájaros.
Y en tu memoria aquella danza en la cortina,
o aquel aire entre la puerta con sus ojos,
o aquel ojo que atraviesa los dedales.

Y quédate, así, tan muerto, tan de-lirio,
plantado suave en mis fronteras homicidas
como un soldado trasgresor entre mis selvas,
que enreda nardos en las grutas de mis días.

Y deja al perro de mi infancia, junto al libro,
y pon sus labios dibujando caracolas,
que se enrosquen tan aéreas sobre el suelo
cuando rasgues en mis venas y lloremos.



IV.

¿Has visto cómo lloran los espejos?

Yo he aprendido a dibujarlos con serpientes
como esferas transversales e incorpóreas
que se escapan de las traqueas de Afrodita,
cuando marchan a las islas del reflejo.


Y no es locura, aMor, no son fantasmas.
Son tan sólo los estruendos de humedades
que rebalsan las murallas atomistas
del espasmo que contrae mi cordura,
en la fiebre tan estrecha de una brisa.



V.

Y hoy, que es casi mediodía de la noche
iluminada de tarántulas aéreas,
que son ácaros de dalia en las pestañas
de las lianas medulares y narcisas…

nos sentamos tan fluviales en la copa,
de aquel árbol de naranjas disfrazadas
con crisálidas de nombres que nos frotan…

bajo esas sombras de pared bajo las manos,
que tienen tacto de epicentros planetarios,
que tienen bocas de granito que resumen
el color -ácido roce- de unos labios.