Podría decir hoy, yo tantas cosas
mientras cierro los ojos,
y me pierdo.
Podría decirlas, si, quizá juntarlas,
y guardar un poco del crujir
entre las hojas…
pero no basta, porque hoy es tarde
y aquí adentro
el aire quema y se desgasta en desenfrenos
de campanas y de llantos no bebidos,
entre parpados unidos y fugaces.
Y hay un silencio, aquí, un hueco insomne,
una ola, una plegaria, una caricia,
que nos amolda tras las sábanas gastadas
mientras nos deja sus deidades
asesinas.
Y allá, afuera, nada queda,
más que el ladrar profuso
de los duendes enjaulados,
y una madre, un padre, una niña;
una puerta, un vaso largo,
algún dios muerto.
Y yo aquí, escondida, me diluyo
entre secretos de una muerte que me estalla
tras el pecho o bajo el roce de una roca,
y este temblor
que ya no es frío, ni es de hielo,
sino el estar y no, o algún saberme maldecida,
entre las suertes blandas/blancas de tu cama
y mi silencio en los espacios que respiran
y te devuelven de mis venas
hoy la sangre.
Y hace frío, si, y nadie llega,
y nadie acude a despertarme de las voces,
ni a tragar la sal que me navega
en ti las lluvias.
Y hace frío, si y es ausencia…
Y sólo tú, extraño verso de un adagio
que me observas desde lejos y me sueñas,
mientras mi seno late en mármol
a tu beso…
Sólo tú, desciendes y me salvas prisionera
del rugir de las entrañas perniciosas,
para vencer al hombre/perro/bestia
que me asfixia…
mientras yo, que no soy yo
me hago otra sombra,
y bebo el surco de tus ojos
que me envuelven,
como un delirio de espejismos
y distancias…
como una fiebre que alucina alto y fuerte,
como este tú y este yo,
o un hasta siempre…
como una gota,
que me rompe a mí en tus aguas.
mientras cierro los ojos,
y me pierdo.
Podría decirlas, si, quizá juntarlas,
y guardar un poco del crujir
entre las hojas…
pero no basta, porque hoy es tarde
y aquí adentro
el aire quema y se desgasta en desenfrenos
de campanas y de llantos no bebidos,
entre parpados unidos y fugaces.
Y hay un silencio, aquí, un hueco insomne,
una ola, una plegaria, una caricia,
que nos amolda tras las sábanas gastadas
mientras nos deja sus deidades
asesinas.
Y allá, afuera, nada queda,
más que el ladrar profuso
de los duendes enjaulados,
y una madre, un padre, una niña;
una puerta, un vaso largo,
algún dios muerto.
Y yo aquí, escondida, me diluyo
entre secretos de una muerte que me estalla
tras el pecho o bajo el roce de una roca,
y este temblor
que ya no es frío, ni es de hielo,
sino el estar y no, o algún saberme maldecida,
entre las suertes blandas/blancas de tu cama
y mi silencio en los espacios que respiran
y te devuelven de mis venas
hoy la sangre.
Y hace frío, si, y nadie llega,
y nadie acude a despertarme de las voces,
ni a tragar la sal que me navega
en ti las lluvias.
Y hace frío, si y es ausencia…
Y sólo tú, extraño verso de un adagio
que me observas desde lejos y me sueñas,
mientras mi seno late en mármol
a tu beso…
Sólo tú, desciendes y me salvas prisionera
del rugir de las entrañas perniciosas,
para vencer al hombre/perro/bestia
que me asfixia…
mientras yo, que no soy yo
me hago otra sombra,
y bebo el surco de tus ojos
que me envuelven,
como un delirio de espejismos
y distancias…
como una fiebre que alucina alto y fuerte,
como este tú y este yo,
o un hasta siempre…
como una gota,
que me rompe a mí en tus aguas.
4 comentarios:
Se extraña tu palabra, la fragilidad de tu poesía. ¿Qué sucede que no estás publicando?
Uff...
Es mi culpa... que me pierdo y sin querer no encuentro el camino para volver.
Mil gracias por tus palabras y por tu mirar que hace de mi palabra más alta.
Un beso grande.
Publicar un comentario