lunes, 27 de febrero de 2006

Espejos


He de partirme un camino tras la boca,
quebrar la tinta y las navajas que destilan,
para arrancarme este olor a sombra que me vuelca,
donde me hiere el alba gris/marchita
de no saberme amanecida y estar muerta.

Porque tengo hoy tantos siglos de ser agua,
entre las uñas y los vientres fusilados,
sobre una espera en las estatuas
que me nombran,
y que me empujan a su tacto de granito
viril/rugoso en tanta cal de arena y yeso.

O entre su flor de sangre que me engendra
hacia otros mundos y rincones/intersticios,
en el estático clamor que me revienta
tras el temblor de estas manos tan dispersas
que me rompen sobre el humo que aquí arde…

hacia el espejo que me adorna con sus dedos
el telar raudo de mis venas, hoy purpúreas,
o el río angosto que me inflama
en mil cerebros.

O bajo el ojo de una piel que escupe versos,
sobre el pecho, bajo el sexo y quiebra el paso,
que corre esquivo a donde nadie
sepa o sienta, que los espejos braman
con telúricas sonrisas,
mientras los años silban en sus ecos
sepulcrales, sobre el azul de las pupilas
que hoy no miran.