martes, 30 de junio de 2009

Cenizas




I.

Tú plantabas corazones de seda junto al tiempo
-Largas niñas lustrosas con cabellos de sal-

Y entonces venía el antes, con su memoria de agua
que gateaba en las mejillas como un beso.
Y la garra en los dedos, o la ceniza en los ojos,
terriblemente esperanzados en silencio.

O el verde de las aves, o el negro de los perros,
-volubles ninfas que adormecen el recuerdo-


II.
Y había entonces demasiada transparencia
que cegaba la inocencia en los espejos.
Porque tú lanzabas piedras como plumas de gaviota
que humedecen la conciencia y vuelan lejos.

Y entonces, era la hora de mojarse los sueños,
con gotitas de infancia lloviznando desnuda,
sobre el rubor translucido de un parque sin dueño.



III.
Pero extendías la mano, ahí,
sobre el lugar donde los párpados se secan,
y llegaba el can con su millón de sonrisas,
y sus palabras de pupilas siempre abiertas…

Y todo pasaba y explotaba de prisa,
-la sangre en el vaso/el agua en las venas-
Como el murmullo de lava, que emerge y se quema.

viernes, 27 de febrero de 2009

Génesis





I.

Pero ahí, donde tu olor anida bajo los cristales,
donde tu voz levita enmascarando el aire,
donde mis ojos juegan a expandir tu imagen
-Ahí, donde vivimos sin vivir, tan inmortales-


Ahí quiero tomarte hasta que mi sed naufrague

en barquitos de nostalgias
vueltas carne...


Porque a veces me canso

-me canso amor-
y nadie sabe,
que en la orilla de los pies me enreda un ángel
largos vientres de algodón para arrullarte,
o caparazones de bondad que lanzan hilos
que protegen tu rubor,
cuando eres sangre.


Entonces yo -mujer/serpiente-
en los jardines tisulares,

me deslizo en tus entrañas como un río;
como una lágrima de vena que palpita,
llorando roja al corazón
que se distrae.




II.
Porque ahí,
donde el incendio del reloj enciende risas,

donde la puerta del después engulle el antes,
donde la lluvia de la luz,
nos moja y cae…


-Ahí-

ahí quiero beberte hasta que mi piel se apague

en estrellitas de humedad -que alarguen besos- 
o entre niñas con maldad -que nos desnuden-
hasta el frío de sentirnos
como a nadie…

sobre el rostro del delirio que atraviese
la pequeñez de un grito que corroe sobre el aire,
el hueso pálido de dulces manantiales
hasta el génesis polar
de un cielo amable.




jueves, 26 de febrero de 2009

Naranja



I.

Háblame con un vocablo intacto de raíces,
con un sonido tempestuoso de secretos,
con una espada transversal que rompa el sexo.

Y descendamos como caen los pecados,
desde las fábulas rosadas en los libros
de una niña con vestidos de aguijones,
que rompe nubes de carbón en los espejos.

Y háblame, así, de cómo lloran las muñecas
en la arena de los parques subterráneos.
Y cómo braman las marmotas en la roca,
y cómo mueren las gaviotas del cabello.

Y déjalas caer, cuando tú quieras,
sobre esta cueva en la pared
que anuncia el fuego.



II.

¿Ves?

Cómo se ondea tu espalda sobre el hielo,
cómo se alivia tu tendón de litorales…
cuando las vértebras te flotan en clavículas
hacia el crepúsculo incendiario de una nota,
que zurce pétalos de flor entre los senos.



III.

Detén con tu silencio el verbo de los pájaros.
Y en tu memoria aquella danza en la cortina,
o aquel aire entre la puerta con sus ojos,
o aquel ojo que atraviesa los dedales.

Y quédate, así, tan muerto, tan de-lirio,
plantado suave en mis fronteras homicidas
como un soldado trasgresor entre mis selvas,
que enreda nardos en las grutas de mis días.

Y deja al perro de mi infancia, junto al libro,
y pon sus labios dibujando caracolas,
que se enrosquen tan aéreas sobre el suelo
cuando rasgues en mis venas y lloremos.



IV.

¿Has visto cómo lloran los espejos?

Yo he aprendido a dibujarlos con serpientes
como esferas transversales e incorpóreas
que se escapan de las traqueas de Afrodita,
cuando marchan a las islas del reflejo.


Y no es locura, aMor, no son fantasmas.
Son tan sólo los estruendos de humedades
que rebalsan las murallas atomistas
del espasmo que contrae mi cordura,
en la fiebre tan estrecha de una brisa.



V.

Y hoy, que es casi mediodía de la noche
iluminada de tarántulas aéreas,
que son ácaros de dalia en las pestañas
de las lianas medulares y narcisas…

nos sentamos tan fluviales en la copa,
de aquel árbol de naranjas disfrazadas
con crisálidas de nombres que nos frotan…

bajo esas sombras de pared bajo las manos,
que tienen tacto de epicentros planetarios,
que tienen bocas de granito que resumen
el color -ácido roce- de unos labios.

sábado, 8 de septiembre de 2007

Malva


Hay un repique de perfiles dilatados:
pequeña huella de lustrosas golondrinas,
carnaval lúbrico de dedos enjaulados.

Al guiño el ojo no desnuda la ventana
y un múltiple sonido se dispara.
Cae el cielo dibujando nubarrones:
cortina de aire que nos llueve
en los resquicios,
gemidos tácitos, espejos pupilares,
jardín/costilla de una piel
bajo la carne.


()


Yo, lúgubre faz incandescente indefinida
de areola, ninfa u obsidiana neonata;
agreste espuma del mosaico enrojecido,
febril remanso de dos senos circulares.

Tú, en cruz de hojas y de sales cavernosas,
embrujo táctico de torres fulgurantes;
costado/abrigo del relámpago hasta el nácar,
susurro alado y litoral de perlas rotas.



()


(Antifaz, gaseoso, huracanado,
vértigo, semilla, útero, cabo… )


Porque caemos deduciendo los cristales,
-mineral, asbesto, pupa, cama-
crisálidas fundidas, dislocadas,
abajo en la humedad de trébol y agua;
paladar blanco de lactantes estallidos,
perláceo resplandor de nube y larva.

Porque surgimos abduciendo los contornos
-músculo, cobre, licor, manzana-
del centro secular de un mar o un cuerpo:
(parcela angosta de sudores amatistas)
al redoble de los pliegues divisores
de tu piel y de mi piel:

...cópula malva.


miércoles, 6 de diciembre de 2006

Niña de hojas


Y es que el corazón es así,
cuando uno es chico...
 
que hasta siente que en la noche
nace el alba.

Y tiene un ángel que no duerme
ni se esconde,
y tiene un hada haciendo brisa
en nuestra cama.


Y es que uno es así, pequeña,
cuando es niño…
pero algo pasa, te detienes
y no avanzas,

y en tu imagen que no rompe la dulzura…
y que rebasa
lo que el vientre ha dado forma…
tú das brincos aferrando tu inocencia,
a ésta espalda de mujer
que a veces llora.


Mas tu llanto, que es diluvio de ternura 

y en tus manos aún heridas
de distancia…
no se mancha de amargura tu sonrisa
ni se aleja del camino la esperanza...
 
Si viste al labio de cerezas juguetonas
0 el cabello de corales mariposas,
sobre el paso del violín
que distorsiona,
con las gotas que resbalan
por su arco
y dan el tono a las gaviotas de tu boca.


O en la lluvia que rocía de cristales
los espejos que no saben
de tu forma.


Pero, ahh… el tiempo pasa,
mi pequeña,
el cuerpo sobra.


Y el corazón no es ya
cómo celestes amapolas.
Y la luciérnaga silvestre que te adorna,
no alumbra más,
si el pecho es alto y no perdona.


Pero en la higuera que desprende las caricias
y en la hoja que adormece la marmota,
tú te haces de un palacio con dragones,
bajo el trono y sobre el roce de algún ala,
en la pupila siempre azul del dios de agua
o sobre el seno que respira
el viento ámbar.


Pero las notas, si el corazón duele,
son distintas…
 

Porque el reloj no para,
si el momento se reduce
y uno teme untar la mano en acuarelas
y no sabe ya
dejar la huella en el castillo
que de niños cobijaba las derrotas.


Pero tu corazón, pequeña, es galopante,
y tiene un ritmo que reluce en la mirada
y esa calma que engalana la montaña...


Que es del pez que bebe nubes
de naranja…

que es de ave, que anda, vuela
y siempre ama.

Misa negra...


No te detengas…

sólo escucha como caen las gaviotas.

Avanza el paso desvirtuando las miradas,

traspasa el viento marginal

que duerme el beso.




¿Escuchas?

Los pies ansían llegar siempre a ningún lado.

Los niños guardan su pudor entre las piernas.

El perro lame las heridas que alimenta.



Y tú, descalza…

estás desnuda/tienes hambre…

tienes rabia

y una espina que se adentra hasta la entraña.



Las calles húmedas reflejan las farolas,

los autos fríos que desgarran la decencia.



No te detengas…

amárrate el rencor a los tobillos,

o hazte un nudo corredizo que resbale.



Allá a lo lejos, se divisa,
lo presiento…


una capilla donde velan nuestros miedos…

la traición viste de blanco,
el cielo es nuevo.



Hay silencio…

escucha,

¿lo has notado?


Las ancianas se perdonan los secretos,

se persignan con claveles en los dedos,

o se trenzan esperanzas en el sexo.


Rezan misas de carbón
a la dulzura…

y un rosario de amargura
a la inocencia.



O te absuelven, mientras clavan
junto al cristo…

aquel amor que baila muerto,

…y no despierta.