miércoles, 6 de diciembre de 2006

Niña de hojas


Y es que el corazón es así,
cuando uno es chico...
 
que hasta siente que en la noche
nace el alba.

Y tiene un ángel que no duerme
ni se esconde,
y tiene un hada haciendo brisa
en nuestra cama.


Y es que uno es así, pequeña,
cuando es niño…
pero algo pasa, te detienes
y no avanzas,

y en tu imagen que no rompe la dulzura…
y que rebasa
lo que el vientre ha dado forma…
tú das brincos aferrando tu inocencia,
a ésta espalda de mujer
que a veces llora.


Mas tu llanto, que es diluvio de ternura 

y en tus manos aún heridas
de distancia…
no se mancha de amargura tu sonrisa
ni se aleja del camino la esperanza...
 
Si viste al labio de cerezas juguetonas
0 el cabello de corales mariposas,
sobre el paso del violín
que distorsiona,
con las gotas que resbalan
por su arco
y dan el tono a las gaviotas de tu boca.


O en la lluvia que rocía de cristales
los espejos que no saben
de tu forma.


Pero, ahh… el tiempo pasa,
mi pequeña,
el cuerpo sobra.


Y el corazón no es ya
cómo celestes amapolas.
Y la luciérnaga silvestre que te adorna,
no alumbra más,
si el pecho es alto y no perdona.


Pero en la higuera que desprende las caricias
y en la hoja que adormece la marmota,
tú te haces de un palacio con dragones,
bajo el trono y sobre el roce de algún ala,
en la pupila siempre azul del dios de agua
o sobre el seno que respira
el viento ámbar.


Pero las notas, si el corazón duele,
son distintas…
 

Porque el reloj no para,
si el momento se reduce
y uno teme untar la mano en acuarelas
y no sabe ya
dejar la huella en el castillo
que de niños cobijaba las derrotas.


Pero tu corazón, pequeña, es galopante,
y tiene un ritmo que reluce en la mirada
y esa calma que engalana la montaña...


Que es del pez que bebe nubes
de naranja…

que es de ave, que anda, vuela
y siempre ama.

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